Un hecho de notoria significación acaba de producirse en la temporada musical de Buenos Aires. Por vez primera, un violinista argentino ofreció la versión completa de los 24 Caprichos que Paganini compuso para violín solo (que el célebre violinista dedicó orgullosamente "a los artistas"). Después de escuchar a Xavier Inchausti, no cabe ninguna duda que posee alma de artista, y que ella felizmente acompaña la necesaria dosis de osadía que todo joven talentoso debe poseer para afrontar pruebas de fuego como ésta, destinadas a un gran artista o para quien está con certeza en vías de serlo.
Si se tiene en cuenta que Inchausti tiene 17 años de edad y que ha dado ya numerosas pruebas de su talento en nuestro país, estos Caprichos op. 1 que acaba de tocar, con el grado sumo de exposición que ello implica, constituyen inequívocamente el paso inicial que lo proyectará hacia una "octava superior" en su carrera. El equilibrio y aplomo en la coordinación motora con los que Inchausti abordó sin esfuerzo aparente, y con absoluta seguridad, los innumerables escollos de estas veinticuatro piezas de orfebrería violínística -dificultades que según las crónicas de la época los colegas del artista consideraban desdeñosamente "intocables"-, dieron en forma patente a la vasta platea que siguió al joven artista con entusiasmada atención una idea concreta de la genialidad técnica y musical de Paganini.
Inchausti ejerce un contralor total de todos sus movimientos; domina la ecuación exacta entre la acción de su arco, con milimétrica precisión en los golpes del staccato y el spiccato , así como en la calidad de su sonido (y su vibrato), y el juego de su mano izquierda sobre las cuerdas -con la complejidad introducida por Paganini al respecto-, sumando a ello la proverbial extensión y los originales desplazamientos que empleó por vez primera en la ejecución del violín. Todo ello se fue tornando evidente a partir del acorde inicial -de ardua dificultad-, del primer Capricho ; el grado de independencia del arco en la limpia ejecución de los saltos en el segundo Capricho en Si menor ; o a la inversa, el golpe de arco empleado en el tercero con una bella melodía en legato , y aun el abordaje de las octavas seguidas de un trino; o en la sucesión de notas punteadas como sucede en el quinto Capricho ( agitato ) que se desplazan velozmente hasta el puente; o, asimismo, en la ejecución de las dobles cuerdas en rápida sucesión que se verían en algunos de los restantes.
RevolucionariaEs indudable que sólo una correcta automatización de la mano izquierda sobre las cuerdas ha garantizado la memoria sin fisuras que posee Inchausti para abordar una obra revolucionaria por sus innovaciones en la técnica violinística como son los 24 Caprichos . Entre ellas, considerada entre las páginas más originales que se han escrito para el violín, figura el Capricho N° 16 , pieza que une una rara belleza a la más exquisita dificultad, en la cual se deben lograr los efectos más sutiles del matiz, desafiando las leyes de la dinámica sonora, con pasajes de notas ligadas entre los que inserta otras que llegan rápidamente al registro agudo. De todo ello, y varios aspectos más, cabe deducir que muy bien aprovechadas fueron las enseñanzas que el eminente Schomo Mintz impartió a Inchausti, uno de los jóvenes violinistas elegidos para el master-course que impartió en Israel, al cual gracias al apoyo de Amijai y de otras instituciones pudo asistir el joven y talentoso Inchausti. Los resultados están a la vista.
Héctor Coda (La Nación)
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