sábado, noviembre 01, 2008

Dos pasajeros de un viaje introspectivo



El hombre inesperado es el nombre del nuevo texto de Yasmina Reza, la autora de Art y Tres versiones de la vida (todas puestas que en estos momentos están en cartel, pero en Mar el Plata), que se conoce en Buenos Aires. En esta oportunidad, la talentosa autora reúne a dos personajes que se conocen casualmente en el compartimento de un tren que va de París a Francfort. En ese mínimo espacio, se encuentran un conocido autor y una de sus más apasionadas lectoras, que sigue sus pasos como si fueran su propia y complementaria hoja de ruta.

Al verlo, tanto será su asombro, que durante la mayor parte del viaje se lo pasa pensando cómo romper el hielo. Pero él está en otro viaje, un viaje mucho más introspectivo, y le llevará su tiempo incorporarla. En ese mientras tanto, ella hace un recorrido mental por sus amores, por su vida, por ciertas dolorosas despedidas que no cierran y por varios paisajes de los libros de quien está frente a ella observando otros paisajes. El, el señor Parsky, posee un registro evocativo mucho más cáustico, irónico y bordeando siempre la melancolía. Recién al final se romperá el silencio con uno de los textos más vibrantes de toda la obra que la noche de estreno se ganó un merecido aplauso a telón abierto.

Con esas simples líneas de pensamientos casi sueltos, la autora se las ingenia para pintar intensamente a cada uno de estos seres. El texto, al estar construido con pequeñas historias, posee un tenue crecimiento dramático. Y hasta puede suceder que el tan esperado cruce de palabras tarde demasiado en llegar. Sin embargo, muchos de esos textos poseen una potencia tal que terminan conmocionando.

Dueto actoral

La puesta de Luis Romero está centrada en el juego actoral que toma vida en un mínimo compartimento de tren que -cosas del teatro (y fundamentalmente, del teatro comercial)- se ve forzado en su perspectiva con tal de asegurar la visión de toda la platea.

Enfrentados en sus butacas, allí transcurre la mayor parte de la acción aunque se producen algunos innecesarios desplazamientos por fuera de ese espacio que desconciertan un tanto. La escenografía de Marcelo Valiente, con su minuciosa reproducción, se complementa con unas sugestivas proyecciones, con la iluminación de Gastón Díez y con el vestuario de Mercedes Colombo. En el todo se construyen imágenes casi del orden cinematográficas de una notable fuerza poética.

Apelando a los mínimos desplazamientos, tanto Betiana Blum como Luis Brandoni bucean con intensidad en las evocaciones de sus personajes, sus mundos interiores y sus fantasías. Por allí corre la apuesta de Yasmina Reza y tanto desde la dirección como desde la actuación no se hace más que ser fiel a esa consigna. En esa línea, Betiana Blum tiene momentos brillantes. "Para haberme acercado tanto a usted, como siento que lo hice, primero tuve que alcanzar la edad que tengo y tuve que vivir y comprender todo del modo en que lo hice. Para ser capaz de seguirlo por su camino de un aparente exceso yo he debido ejercitarme toda mi vida", dice ella, y su cuerpo todo vibra, todo en ella son años de vida, excesos, sensualidad y entrega.

Frente a su trabajo, Luis Brandoni, se ve un tanto opacado. Puede ser que las historias que él evoca tengan menos crecimiento dramático, que todavía no haya encontrado las fibras más íntimas de su personaje o que -como sucedió en la primera función- al todavía no manejar con solvencia la letra su interpretación parece no haber madurado lo suficiente. Claro que, tratándose de un actor como Brandoni, es fácil imaginar que eso se revertirá.

De todos modos, vale subirse a ese tren en el cual dos seres -inesperadamente- se buscan, se evaden, se ignoran, se desconocen y se desean como si estuvieran haciendo realidad sus sueños.

Alejandro Cruz
(LA NACION)

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