viernes, septiembre 26, 2008

Facundo, un concierto de Antología

Camina con paso vacilante, aferrado a un bastón. En medio de una penumbra que aún no es ceguera, toma su guitarra para sacarle suaves acordes e iluminar a quien quiera oír la clarividencia de un poeta, el mensaje de un hombre que vivió y vive una vida intensa y peregrina hasta el final. Sin ser de aquí, ni ser de allá, Facundo Cabral ha llevado por aquí y por allá un mensaje de paz con sus canciones y su fluir espontáneo de pensamientos y sentimientos que hablan de Dios, de los sueños y del amor.
Alguien dijo de él una vez: “nos invitaron a un concierto y era un milagro”. El milagro se reeditó ayer con su aparición en el escenario del Teatro Municipal, ese escenario donde un día eligió vivir “porque era un lugar más digno para vivir que la calle”, según proclama.
Sus ansias de consumir distancias lo llevaron a vagar en sus 48 años de carrera por 165 países sin detenerse en ningún lugar, ejerciendo su derecho y su deber de ser feliz.
Cuenta entre sus anécdotas que su infancia y primera adolescencia nunca existió. Se sintió nacer a los 17 años cuando escribió su primera canción de cuna. Fue después que un vagabundo le presentara a Jesús y el Sermón de la Montaña que se convirtió en su programa de vida. Su segunda llegada al mundo fue el día que entró a un hotel en Mar del Plata, con un bolso y una guitarra, a pedir trabajo de lo que fuere y pensaron que era músico. El destino se había complotado en convertirlo en mensajero de la paz. Se había enfermado un músico la noche anterior y le pidieron que subiera al escenario con su pretensión de artista. “Si yo hubiese dicho que no era artista nunca hubiera subido a un escenario. Subí por curiosidad pensando que a lo mejor era fácil, que el escenario era un lugar más digno para vivir que la calle y tuve la suerte que les dije la verdad. Recordaba la frase extraordinaria del profeta “la verdad nos hará libre” y mi madre casi parafraseando al poeta decía ´cuando no sepas que decir, decí no se que decir sino vas a tener que seguir mintiendo toda tu vida´. Y le dije a la gente “no se que hago aquí pero tal vez ustedes no sepan que están haciendo en este mundo”. Recitando nació su oficio de poeta que se alió un día a la guitarra en las que anida milongas, triunfos y el llorar de las vidalitas. La define como una amorosa cárcel donde quiere permanecer.
Con su música a cuestas salió a conocer el mundo, sin pretensión que el mundo lo conociera. Fue en ese peregrinar que entabló una entrañable amistad con la Madre Teresa de Calcuta, con el eximio Borges, con Octavio Paz y con García Márquez a quien atribuye risueño haberle “plagiado” Cien Años de Soledad, “aprovechando que a mi no se me había ocurrido”.
En la soledad del escenario, con su guitarra y su copa de vino, se muestra como el ejemplo de un hombre que llega a donde quiere llegar. Que sueña que puede y pudo. Que transmite con singular sabiduría ese mensaje a la humanidad. “Lo maravilloso que puede ser tu vida si te dejases llevar por tu sueño”, pregona al público, “tienes que seguir el sueño, cuida tus sueños, trabaja por tus sueños y se cumplirá tu destino. Cuando tenés un sueño, el universo conspira para que se cumpla porque al universo le conviene tu felicidad”, dice con una convicción que tienta a creer que todo es posible.
En su desmenuzar de anécdotas y caminos del mundo, uno comprender cuando lo escucha que este argentino dejó su patria allá lejos y hace tiempo, desdibujando fronteras hasta disolverlas, para convertirse en patrimonio de la humanidad. De esa humanidad que proclama como una gran familia. “Jesús dijo que uno solo es el Padre. Si uno solo es el Padre, es fácil deducir que la humanidad es una sola familia, por lo tanto habitamos un solo país llamado tierra. Y en esa tierra, fuera de la felicidad son todos pretextos, la felicidad no es un derecho, es un deber, porque si no sos feliz estás amargando por lo menos a todo el barrio”, manifiesta en su filosofía.
En las afueras de Teherán comenta al público, en un basurero espantoso encontró a un anciano durmiendo entre la basura. Y se atrevió a preguntarle “¿cuál es el lugar que más te gusta?”. “Este”, respondió el anciano sin dudar. “Porque aquí me trajo Dios, y ¿quién puede haber elegido un lugar mejor para mí?”. Todos los días recuerda a ese anciano y por eso supo que esa noche su mejor lugar en el mundo era estar en el escenario del Teatro Municipal compartiendo con los tresarroyenses su vida, aquí y ahora. Y mañana será otro su lugar que vivirá como una nueva e intensa experiencia. Y pasado su lugar será más allá, viviendo el día a día, como aquella canción que alguna vez dictó a una enfermera mientras lo cuidaba, para cantar juntos tomados de la mano cada mañana: “Este es un nuevo día, para empezar de nuevo…”
Así siguió Facundo, este trovador del mundo compartiendo sus incontables vivencias con el público, trazando pinceladas de sus clarividencias de poeta, ampliando el horizonte de la mirada por aquí y por allá. Fueron dos horas de sabios consejos y anécdotas risueñas, como si se tratara de una noche bohemia entre amigos. “Me gusta decir, debo decir, tengo derecho a decir ´yo vengo de todo el mundo”, proclamó hacia el final. Y en esa soledad del escenario, y en esas caricias del alma, bajo el acorde de su guitarra, fiel compañera de caminos, terminó brindando al público su última e inexpugnable declaración: “No soy de aquí, ni soy de allá…”

Por Celeste Vassolo

• En reconocimiento a su constante llamado a la paz y al amor, en 1996, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lo declaró “Mensajero Mundial de la Paz”.

• Este año, destacando la trayectoria de “un hombre que se transformó a si mismo”, fue declarado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires”.

• El año próximo, por su mensaje de amor, paz y unidad entre los pueblos, estará en la terna de candidatos para el Premio Nobel de la Paz.



2 comentarios:

Tres Arroyos Rock dijo...

Excelente nota!

Anónimo dijo...

Es sin duda uno de los últimos representantes de una estirpe que se va extinguiendo: los trovadores. Alguien que con sólo una guitarra muestra, de una manera simple, intimista, su filosofía de vida, su pensar, el inmenso mundo por él recorrido.
Y tiene tanto mundo que tuvo un momento para recordar las casas de madera de Claromecó o aquél camino en la India, las afueras de Teherán o un hospital de Houston.
Hace años una amiga que estaba de vacaciones por Nueva York, en un alto de su recorrida por el MOMA (Museo de Arte Moderno), le pareció ver una figura conocida, parado en medio de una sala, solo, allí estaba Facundo un enamorado del arte. También otro amigo lo recuerda años atrás manejando su cupé Fuego parado en el semáforo de Moreno y 9 de Julio...
Así es Facundo un tipo del mundo...
Muy linda tu nota!